**PERFUME A JAMÓN**
PERFUME A JAMÓN
Autor: Ralph Barby
Editorial: Bruguera
Colección: Punto Rojo n°1173 (Policíaco)
Os advierto que puede ser la novela más zafia que he leído en mi vida.
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El protagonista, un tiparraco huraño al estilo cine negro descafeinado nos comenta que tiene su despacho en un edificio venido a menos que es incapaz de describir, supongo que porque de pequeño no veía Barrio Sésamo.
Comienza hablando de las reformas que se han hecho en materia de baños desde que antaño vivieran allí familias aburguesadas.
Mejor no pensar cómo cagaban y se lavaban los orgullosos y adinerados propietarios de principio de siglo.
No me gusta hablar de palabras malsonantes, pero de vez en cuando hay que soltar alguna porque es que te vienen a la boca y te la llenan y si no la escupes, te ahogas.
-Mierda de water- gruñí al ver la taza del sanitario atascada una vez mas.
Como veis, esta novela destila tanto glamour como un torneo de Pressing Catch.
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El protagonista se llama Francisco Rojas Secchi, pero nos pide que lo llamemos Paco. Su agencia de publicidad se llama Rojo.
Habla de que las cosas le van mal y que si se tira a las vías del tren se compra un solo viaje, que comprando el bono de 9 desperdicias 8.
Gracias, Paquito, lo tendré en cuenta la próxima vez que valore tirarme a las vías del tren.
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Os dejo este diálogo entre la limpiadora del despacho de al lado, el de un detective, y Paco. Tiene una relevancia inmensa para la trama:
-Verá- dije, tratando de no azorarme- el sanitario de mi despacho está atascado y...
Ya, viene a cagar- soltó, clara y rotunda.
-Pues sí. ¿Se me nota?
-Algo en esa cara, joven. Debe tomar mucho Nescafé por la mañana y eso laxa.
Presiento que esta novela va a ser un mojón tan grande como el que va a soltar Paco.
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Total que, después de terminar de enviarle un fax al rey, lo pilla un posible cliente del verdadero detective. Resulta que le han matado a su socio, Emiliano, y que sospechan de él, pero él quiere demostrar su inocencia a toda costa. Nuestro Humphrey Bogart de Aliexpress se entera de que el cliente se dedica a la venta de jamones.
-Entiendo. Me parece apetitoso eso del jamón, siga, siga- dije, cruzando las manos sobre la bragueta de mi pantalón.
¿Es eso un espetec o es que te alegras de verme?
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El cliente, Liborio, le cuenta que a Emiliano le metieron dos perdigonazos en la barriga.
-Sí, los perdigones y a cientos son de mala digestión.
Viendo lo bocachancla que es nuestro Paco, creo que el caso estaría mucho más seguro en manos de Mortadelo y Filemón.
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Total, que Liborio le da 300.000 cucas a cambio de que investigue y, si resuelve el caso, le dará un millón más.
Así que Pacote decide celebrarlo con unos langostinos a la plancha y una Voll Damm.
Arranca la aventura de Los Hombres de Paco. Solo que sin hombres, solo Paco.
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Yo sabía que eran 42 los tacos que tenía el occiso. Eso ha quedado bien, ¿eh? Yo, Paco, el experto en publicidad, tenía un occiso, que traducido quiere decir, más o menos, la víctima de un crimen.
Se nota que era la palabra del día y el autor no sabía cómo colgarla en la obra. Ya verás tú qué risas como la de mañana sea marsupilami.
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-¿Cuál es tu coartada?
-Estuve, estuve...
-¿De putas?
Paquito tiene la misma elegancia y clase que un mankini de leopardo.
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Conoce a la despampanante viuda de Emiliano, el muerto. La interroga siendo un capullo, ella le da un bofetón, siguen hablando del caso...
...Y al dejarla en casa la agarra y le mete un morreo de campeonato.
Paco es un caso claro de gilipollas esférico: es gilipollas lo mires por donde lo mires.
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Va al banco a revisar las cuentas de Emiliano.
Un hombre joven, quizás de mi edad, alto, enérgico, casi brillante, me dio un estrechón de manos y me mostró unos dientes a lo Julio Iglesias, parecía un caballo.
¿Pero cómo osas hablar así de Hulio? ¡Posiblemente sea tu padre!
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Total, que el autor, para rellenar palabras, nos deleita con una entrevista en el banco de la que Paco no sonsaca ni una palabra al banquero.
¡Pero qué ñordo de escena, por Dios!
Clon de Hulio 1 - Rellenos innecesarios de Ralph Barby 0
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Nada, que Paco se va de rameras a un local de mala muerte por un soplo que le han dado anónimamente, donde conoce a La Dolly, con quien mantiene un diálogo que ya querría Shakespeare:
-¿Tienes un rato para mí?
-Si llevas los huevos llenos, yo soy la mejor, todos lo saben, pero te costaré un poco cara.
¡Qué elegancia! ¡Qué distinción! ¡Qué glamourrrrrr!
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Total, que se la lleva a un hotel pijo e intenta sacarle información sobre el muerto y la mafia a base de tortas y amenazas.
Paco, ojalá te dé un apretón intestinal un día en que te quedes atrapado en un ascensor.
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Estaba convencido de que había metido la mano en un retrete y que la sacaría llena de mierda...
Dadme un euro por cada vez que se diga una ordinariez en este libro y Amancio Ortega a mi lado parecería un mileurista.
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Ahora está tomando un chocolate con nata con la viuda, Mireya.
Se quitó las gafas y llenó mis retinas de esmeralda. ¡Qué ojos tenía aquella hembra! Grandes, inmensamente verdes, ojos de gata que suplica caricias y mimos y yo, como podrás imaginarte, iba alto de temperatura. Ya te he contado que no me acosté con La Dolly y eso que aquella noche me llegaron a doler las gónadas, traducido al lenguaje popular, los cojones, y te confieso que no soy de los que practican el autoservicio.
Normal, das tanto asco que no quieres tocarte ni tú.
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Mireya le cuenta que la persona que intentaba extorsionar a su marido y que es jefe de la mafia podría ser un policía. Solo sabe que es un tipo al que vio una vez y al que llaman "El Gordo" que, en un giro de guion absolutamente inesperado, es gordo.
No se podía saber.
Entiendo, todo en él es gordo.
¡Jaja! ¿Y pa k kieres saber eso? Jj
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-¿Llevas pistola?
-Aparte de la que me dieron al nacer, no.
Apuesto a que es pequeña y de gatillo fácil.
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Están hablando del chalet donde murió Emiliano. Paco, como el gran detective que es, se centra en lo importante:
-¿Y los jamones que hay en el sótano
-Están inventariados y Liborio se hace cargo de ellos.
Tres renglones más tarde:
-¿Y qué pasará con los jamones que hay en el chalet?
Paco es un hombre que está a lo que debe estar, a lo importante, mientras Ralph Barby nos vuelve a colar más rellenos innecesarios.
Más que de jamones, con tanto relleno tendría que haber llamado a la novela Perfume a cachopo.
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Llegan a la casa.
Su estilo arquitectónico, yo no podía juzgarlo.
Excelente eufemismo para decir que no tienes ni puñetera idea de arquitectura.
-Ratona, ¿sabes cómo resolver esta ecuación?
-Su estilo algorítmico yo no sabría juzgarlo.
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La mansión está espléndidamente decorada. Fue Mireya quien se encargó de todo.
Emiliano quiso contratar a un decorador, pero yo le dije que lo que tenía que darle a él, me lo diera a mí.
No se me había ocurrido nunca lo de pedir pasta a mi pareja por decorar mi propia casa. Claro, por eso sigo siendo pobre como una rata.
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¿Tenía armas tu marido?
La policía no ha encontrado ninguna, salvo alguna que otra navaja. Bueno, tenía una escopeta de caza, está ahí, sobre la chimenea.
¿Y la policía no la encontró en el registro? ¿A quién enviaron? ¿A Rompetechos?
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Paco sí que sabe ligar con una mujer. Tras registrar la casa y no encontrar absolutamente nada en el nuevo y eterno relleno innecesario del autor, se sienta en el sofá y le pone la mano en el muslo mientras sostiene este diálogo:
-¿Cómo os iba en las relaciones en la cama?
¿Y a ti qué te importa?- me preguntó con voz grave, levantando la mano de su muslo.
-Emiliano te lo dio todo, todo menos el amor que tú deseabas, ¿verdad?
-Oye, no te pases.
Dime la verdad, ¿tuviste buenos orgasmos con él?
Pues consigue que ella se ponga cachonda y se la cepilla.
Mireya, a ti te habrá puesto a mil, pero a mí con este diálogo me ha dejado tan fría que casi se me regenera la virginidad.
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Paco hablando de sí mismo:
Creo que maduraba por minutos.
No maduras ni por siglos, qué vas a hacerlo por minutos.
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Resulta que Paco decide pasarse por su trabajo (una vez al año no hace daño). Al llegar se entera de que han cosido a navajazos al verdadero detective porque creían que era el que llevaba el caso.
Tuve que admitir que, cubierto por la sábana, el infeliz Andrade no se veía tan gordo.
Recordadme que no le pida a este cenutrio que escriba mi obituario.
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Sin saber cómo ni por qué, Paco intuye por arte de birbiloque que Liborio, su cliente, le ha contado a El Gordo que el detective estaba investigando, solo que El Gordo se ha equivocado de tipo a asesinar.
También descubre al instante, supongo que tras leer los posos del café, que Liborio está liado con un travesti, La Lili. Se lo lleva a base de amenazas a buscarlo. Liborio no quiere ir por miedo a que El Gordo lo mate.
Llora cuando estés muerto, no antes.
Paco, para que llore después de muerto, como no tires de ouija...
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Resulta que La Lili le cuenta que El Gordo hace mucho que no es policía, que ahora es un macarra que regenta un bar y que también la extorsiona a ella. Parece ser que La Lili le dejó caer que se cepillaba a un jamonero con pasta y así surgió la idea de sacarle los cuartos.
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La Lili los lleva al bar de El Gordo. Solo entra Paco. El macarra le sirve un vino y jamón.
¡Por favor! ¡Que alguien le dé un bocata de jamón al autor! Nunca había visto una novela entera escrita en honor a un antojo.
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Sacó una navaja que abrió delante de mí. La hoja, de unos dieciocho centímetros, era suficiente para hacerme la autopsia sin que todavía estuviera muerto.
Gordo, mil cucas y un jamón si se la haces. Soy mujer de palabra.
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Resulta que El Gordo es una bestia colérica con un arma que ya quisiera Rocco Sifredi, pero no consigue ni rozar a Paco y este le da una pinfla de leches, dejándolo inconsciente y llamando a la policía para que lo vengan a detener como asesino del detective.
Se nota que el autor se estaba acercando ya al número de páginas semanales exigido y había prisa por acabarlo.
Eso, o tenía esperando en la mesa de la cocina un bocata de jamón.
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Paco entonces intuye así, por ósmosis, que hay un escondite en la jamonera del chalet, decide ir a comprobarlo y lo localiza a la primera, encontrando algún dólar falso dentro.
Consultando su bola de cristal (porque de otro modo no se explica cómo podría haberlo averiguado) de pronto ya sabe que Emiliano traficaba con dólares falsos junto con el que atendió a Paco en el banco. El clon de Hulio se lo cargó para seguir con el negocio en solitario, algo que descubre por iluminación divina, supongo.
Si siempre habíais pensado que Sherlock Holmes se sacaba las resoluciones de los casos de la punta del nabo es porque aún no habíais conocido a Paco.
JulioClon acaba donde debería acabar cualquier banquero: en la trena. Paco se hace detective y se lía con Mireya.
Teniendo en cuenta que lo ha averiguado todo en 10 páginas y por arte de magia, yo le auguro un mayor porvenir como adivino.
¡Tiembla, Rappel!
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Aquí acaba la novela, pero yo no puedo dejar de pensar en Paco yendo en coche a ver a Mireya al grito de ¡Vamos de excursióoooon con la mochila y el bocata de jamóooooon!
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Diversión: Los he leído mejores (y también peores, para qué negarlo)
Nivel de exuberantes pechos: Sustituido por menciones a mierda, que las hay por cientos
Nivel de erotismo: Regenerándose la virginidad en 3, 2, 1...
Nivel de giliflautadas: Para repartir para cuatro
Cerebro del reparto: Cerebro, ninguno, ahora, con el nivel de Paco para averiguar cosas por arte de magia, me extrañaría que no le ofrezcan trabajo en Howarts en breve.
¡Hasta la próxima, bolsilibronautas!